En la primavera de 1885 se publicaba un panfleto anónimo de 23 páginas titulado “los papeles de Beale”. En él se contaba la historia de un tesoro escondido en las colinas de Virginia.
Las únicas pistas que se daban eran tres cartas de Thomas J. Beale y tres mensajes cifrados. Las cartas contaban que en 1817, 30 hombres descubrieron una veta de oro al norte de Santa Fe. Los 18 meses siguientes los dedicaron a minar el lugar, obteniendo una respetable cantidad de oro y plata. Decididos a ocultarlo en un lugar seguro, encomendaron a Beale que volviera a Virginia y buscara un buen escondite. Lo escondió a cuatro millas de un lugar llamado Budford´s Tavern, hoy Montvale.
En 1821 un nuevo cargamento salió de la mina. Esa vez, Beale llevaba una misión adicional: debía encontrar a alguien de fiar a quien encomendar las últimas voluntades de los afortunados mineros.
En enero de 1822, Beale creyó haber dado con la persona adecuada: Robert Morris, propietario del Hotel Washington en Lynchburg. Antes de irse le confió una caja de hierro cerrada con llave que contenía “papeles de extremado valor e importancia”. Cuando Beale llegó a San Luis le envió una carta con instrucciones muy precisas: si él no regresaba, no debía abrir la caja hasta pasados 10 años. Entonces recibiría una carta con las claves para descifrar los mensajes.
Beale nunca fue a recogerla y Morris esperó la carta en vano. En 1845 abrió la caja. Allí, en las cartas explicaba que en la primera carta cifrada decía dónde estaba escondido el tesoro, en la segunda, el contenido y en la tercera, la relación de familiares que debían recibirlo. Morís dedicó casi 20 años a intentar romper la clave...
Un año antes de su muerte, en 1862, entregó su contenido al desconocido autor del folleto que, además, revelaba la descodificación de la segunda cifra de Beale: la clave estaba en la Declaración de Independencia.
Sin embargo las otras dos cartas permanecen intactas.
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