miércoles, 18 de julio de 2007

Evolución, aburrimiento y terror

Dentro de dos años se cumplirá el 150 aniversario de la publicación de "El origen de las especies" de Charles Darwin. Y a pesar del tiempo transcurrido, todavía hoy en día la Teoría de la Evolución sigue siendo cuestionada y puesta en duda por numerosas comunidades científicas y religiosas en distintos lugares del mundo. Solo hay que ver lo que está ocurriendo en Estados Unidos, donde actualmente se está desarrollando una batalla sin precedentes para derrocar a Charles Darwin y su Teoría de la Evolución tanto el ámbito educativo (distritos escolares, juntas de educación estatales, universidades,..), como en el político, llegando la purga ideológica al Congreso y a la propia Casa Blanca.

Mal que les pese a muchos, hoy en día se suelen considerar como correctas las ideas básicas de la Teoría de la Evolución, aunque debemos de admitir que existen numerosos puntos débiles en sus platenamientos. De todos ellos, quizá el que me resulte más interesante sea la defensa de Darwin y sus seguidores del "gradualismo", creencia según la cual el cambio se produce o debe producirse de forma gradual, y no por medio de saltos.

Darwin siempre aceptó el lema «Natura non facit saltum» y consecuentemente defendió que el proceso evolutivo iba a ritmo lento, sin saltos súbitos, gradualmente. El registro fósil, ciertamente, no apoyaba este gradualismo, más bien daba testimonio de saltos y de discontinuidad. Pero Darwin argumentaba que el registro era incompleto e imperfecto.

Charles Darwin

Stephen Jay Gould y Niles Eldredge plantean un modelo evolutivo que cuestiona éste gradualismo de Darwin: el modelo de equilibrios puntuados o de equilibrios discontinuos. Un modelo que sí encaja y explica el actual y voluminoso registro fósil, un registro que no da testimonio de cambios morfológicos graduales, sino de abruptas discontinuidades.

El modelo de equilibrios puntuados establece que las especies viven largos periodos de estabilidad, periodos de equilibrio de millones de años, que se ven cortados bruscamente por fases breves de cambios (miles de años) en las cuales aparecen nuevas especies. «La historia de cualquier parte aislada de la tierra, como la de cualquier soldado, consiste -dice Gould- en largos periodos de aburrimiento y breves periodos de terror». El registro fósil muestra la estabilidad de las especies durante «largos periodos de aburrimiento», tiempo que se va repitiendo tras «breves periodos de terror» en los cuales se da, súbitamente, una gran diversificación pero también una gran extinción.

Stephen Jay Gould

En tiempo de Darwin estaba ya vivo el debate sobre la naturaleza rápida o lenta de los cambios geológicos: cataclismos naturales o gradualismo. Gould considera que la opción de Darwin por el gradualismo no se explica en base a datos empíricas sino por las influencias culturales y metodológicas. Gould, al contrario, opta por el cambio rápido: diferentes catástrofes han marcado profundamente el proceso evolutivo. No sólo la catástrofe que supuso la desaparición de los dinosaurios, hace 65 millones de años, también la de finales del permiano, que barrió el 95% de las especies de la superficie de la Tierra. Unos apocalipsis que se han repetido, imprevisiblemente, a lo largo de la marcha de la vida.

Si se rebobinara la película de la vida, borrando todo cuanto ha acontecido y volviese a comenzar su historia, los nuevos acontecimientos serían sorprendentemente diferentes. Diversidad de itinerarios eran posibles; los resultados, no se podían predecir de entrada. La historia de la vida es una historia contingente: el azar y las circunstancias deciden de qué manera se desplegarán las formas vivas en nuestro planeta. Así, los hombres debemos nuestra existencia a una serie de casualidades que se han producido en la historia de la vida desde su origen. La vida no conduce necesariamente a la aparición del hombre.

Por supuesto esto entra en conflicto con el "Principio antrópico".

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