¿Puede un despistado cambiar la historia? A Tim Berners-Lee la preocupación por encontrar un sustituto para la memoria le llevó a crear un sistema de información al que bautizó con el nombre de World Wide Web (gran telaraña mundial) y que hoy se reconoce como el más vasto y democrático medio de comunicación existente.
El cerebro humano almacena sus recuerdos de manera aleatoria. Hay quien piensa en una persona que no ve desde hace años al oler un perfume por la calle, o quien recuerda que se dejó el gas encendido cuando le piden fuego. Reflexionando sobre este imprevisible funcionamiento del cerebro, Berners-Lee, un físico inglés dedicado a la informática, pensó en crear un sistema de software que emulase esa estructura de caprichosos saltos mentales. Su intención era construir un sistema interconectado a imitación del neuronal. Así, el despiste de Berners-Lee, quien reconoce que olvida con facilidad los nombres y las caras, le llevó a intentar producir un modelo de software que supliese su deficiente memoria.
Sus antecedentes se habían ya fijado; en 1945 se empezó a pensar en crear programas que permitieran un rápido acceso a la información, realizando enlaces (links) entre diversos contenidos y recorridos. El término hipertexto había sido acuñado en 1965.
Pero del hipertexto no se había extraído todo su jugo, porque sólo se podían establecer enlaces entre archivos residentes en una única base de datos.
En opinión de Berners-Lee, para enriquecer la información no había que intentar centralizarla, sino dispersarla, para unir puntos diversos cuyos contenidos se complementaran.
La oportunidad de poner en práctica sus ideas llegó cuando estaba trabajando como asesor informático en el CERN, el gran laboratorio de física de partículas en Ginebra. Este centro tiene sus distintas sedes a lo largo de la frontera franco-suiza y colaboradores desperdigados por los cinco continentes. “Pensé que sería mucho más fácil si toda la gente que siempre me estaba preguntando cosas pudiera sencillamente leerlas en mi base de datos; y también que para mí sería mejor saber lo que ellos hacían, leyendo su información en su base de datos”.
El informe de Berners-Lee ya apuntaba algunas de las que serían las dos características claves de la WWW: un sistema hipermedia, donde la información podía tomar forma de texto, gráfico o video y cuyos enlaces tuvieran un alcance global.
A Berners-Lee le están preguntando todo el día por qué no se ha hecho rico con Internet. El fulminante éxito de la WWW, que se comenzó a intuir en 1993 con la aparición de los primeros navegadores y culminó en 1995 con la llegada del Netscape Navigator, no parece haberle tocado demasiado. Le ha permitido eso sí trabajar en el mítico MIT. Pero poco más.
¿No se dio cuenta de hasta dónde iba a llegar su invento? Evidentemente resultaba difícil de prever, pero es que, además, ganar dinero con la Web hubiera significado sacrificar su espíritu e hipotecar su desarrollo, ya que la empresa propietaria de la tecnología sólo habría estado dispuesta a compartirla previo pago y no habría conseguido universalizarse como ahora.
Berners-Lee pone un ejemplo, sin mencionar nombres, pero apuntando a alguna compañía de software: “Si la Web fuera propietaria de una empresa, todo el mundo tendría que esperar a que el departamento de investigación de ella produjera la siguiente versión de su navegador, y esto no sería bueno. Para que algo como la Web exista y se expanda, tiene que basarse en estándares públicos y gratuitos. La red no debe tener dueño”.
2 comentarios:
Este blog es increíble, alucinante, una puerta abierta al complicado mundo de la ciencia. Viniendo de quien viene, francamente, no me esperaba menos. Enhorabuena!
Me alegro que te guste
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