Una cosa que me llamó la atención cuando estudié Historia de España en BUP fue que el programa de la asignatura no incluía acontecimientos anteriores a la creación de la Marca Hispánica, ya saben, la frontera político-militar del Imperio Carolingio con al-Ándalus al sur de los Pirineos a finales del siglo VIII. No obstante, he de aclarar que estudié en Cataluña y los planes de estudios por entonces (no quiero imaginarme cómo serán ahora) estaban pensados para ensalzar el catalanismo e ignorar por tanto acontecimientos que no entrasen dentro de sus interés doctrinales. Así, en el plan de estudios la verdadera historia comenzaba con la creación de los Condados Catalanes. Es cierto que la asignatura de historia se complementaba con la de cursos anteriores, donde habíamos tratado algunas de las primeras civilizaciones., hasta llegar a los visigodos. Pero en todo caso se ignoraba la historia de al-Ándalus, una parte de la historia de la que también formaba parte Cataluña. Alguna mención a las distintas batallas, comentarios como que los árabes fueron tolerantes con los cristianos o su maravillosa arquitectura, así como a la protección de la cultura y a sus grandes conocimientos. Y punto. Y la verdad, no sé hasta qué punto todo este desinterés por la historia de Al-Ándalus (que me imagino que también se produce en los planes educativos de otras regiones) viene de la época franquista, donde está claro que se realzaron los valores de la Reconquista por parte de los Reinos Cristianos. Creo que esta visión de la historia ha calado tanto en nuestra sociedad que sigue ignorándose este periodo histórico extraordinario y cuando se recuerda es para hablar exclusivamente de fechas y batallas, destacando el valor y virtud de los cristianos. (Siempre me he preguntado por qué a los niños se les habla más de guerras y batallas que de otros acontecimientos fundamentales como los descubrimientos científicos). Pero como dijo en 1933 Daniel González Linacero: “la historia no la han hecho los personajes, sino el pueblo todo, y principalmente el pueblo trabajador, humilde y sufrido que, solidario y altruista, ha ido empujando la vida hacia horizontes más nobles, más justos, más humanos” (Por este atrevimiento este profesor fue fusilado por el ‘Movimiento Nacional existente’ en Ávila en agosto de 1936). Así que me ha parecido bien traer al blog algunos hechos y personajes de aquella época. Aunque es cierto que viviendo en Córdoba debería tenerlos muy a mano, también es cierto que cuesta encontrar datos. De hecho, dado que no conocía al personaje tanto como se merece, he tenido que extraer información adicional de varios artículos y blogs. Por tanto para este primer post sobre la ciencia andalusí he escogido al que muchos consideran el mayor astrónomo de la historia de España: Azarquiel.
De Azarquiel o al-Zarqali (su nombre completo es Abu
Ishäq Ibrahim Ibn Yahyà al-Zarqalluh) se sabe que nace probablemente en Toledo
el 1029 d.C. y muere en el 1087 d.C. en Sevilla. (Los datos sobre su lugar de
origen y fallecimiento no están suficientemente claros). Sí que sabemos que
residió en Toledo y a consecuencia de las distintas invasiones cristianas que
sufría la ciudad se trasladó a Córdoba. Aunque
en ocasiones se producían estas ‘guerras de civilizaciones’ como las
llamaríamos ahora, estamos hablando de una época posterior al acceso al trono de Abd al-Rahman
III, que con él como califa el territorio de al-Ándalus conoció una paz y una
prosperidad hasta entonces desconocidas, situación que permitió desarrollar la
vida intelectual hasta alcanzar la supremacía sobre el resto del mundo
civilizado. Según Carra de Vaux, a Azarquiel se le dio el nombre de
‘al-Nekkach’, el grabador de metales,
pues según la tradición, Azarquiel era hijo de un cincelador, y fue en su
taller donde empezó a trabajar el metal desde muy joven, convirtiéndose en un
artesano y mecánico de renombre. Parece ser que su padre recibía distintos encargos
de los astrónomos de Toledo, y probablemente fue así como el joven Azarquiel aprendió
algunas nociones de astronomía. Si tenemos en cuenta que seguramente era
analfabeto, es más que sobresaliente el hecho que destacara de tal manera en la fabricación de instrumentos
astronómicos, hasta tal punto que llegó a entrar al servicio de Ibn
Said, Cadí de Toledo. Sin haber tocado un libro en su vida, bajo la protección del Cadí tuvo la
oportunidad de aprender toda la astronomía de la época. Después de dos años de estudios, en 1062, se
unió al grupo de sus maestros, llegando a convertirse con el tiempo en director
del grupo de astrónomos y en maestro de aquellos que antes le habían enseñado.
Según
palabras del propio Cadí de Toledo,
Azarquiel fue “el hombre de nuestro siglo
más versado en las observaciones celestes, en el conocimiento de la naturaleza
de las esferas y en el cálculo de los movimientos estelares, el cual domina
como nadie las tablas astronómicas y los procesos de construcción de los
aparatos astronómicos”. Además de ser un ingenioso inventor y constructor de aparatos astronómicos, fue un gran astrónomo y matemático, y dejó
varios tratados sobre la construcción y manejos de sus aparatos. Azarquiel es
sobretodo conocido por ser el inventor de la azafea, un tipo de astrolabio universal.
Recordemos que el astrolabio era por entonces la herramienta fundamental para
explorar el cielo y una herramienta fundamental para los musulmanes para
calcular el horario de la oración y la dirección de la Meca. Conocido por los
griegos, el astrolabio servía para calcular la altura de las estrellas, fijar
la hora o realizar los calendarios. El problema que presentaba por entonces es
que era imprescindible utilizar una placa de coordenadas distinta para cada
latitud. Azarquiel diseñó un astrolabio
mejorado que permitía la observación astronómica en cualquier latitud
terrestre. Escribió también un Tratado sobre la azafea, donde se
describía el manejo, del que se conservan traducciones al latín, castellano,
persa y hebreo.
Sello con la imagen de Azarquiel y su azafea. Fuente: wikipedia.
Pero Azarquiel fue algo más que un ingenioso inventor de
astrolabios. Junto al resto de matemáticos y astrónomos con los que trabajaba
adaptó las tablas astronómicas que entonces se usaban, las indo-persas de
al-Jwarazmi que tenía numerosos errores por las imperfecciones del sistema
tolemaico, a las coordenadas de Toledo, creando junto a sus ayudantes al-Juarismi y al-Battani un almanaque
( del árabe al-manākh, "el clima") que proporcionaba las posiciones del sol, la luna y los planetas conocidos
durante 4 años, desde 1088 hasta 1092. Como curiosidad, en su almanaque
Azarquiel usaba senos, cosenos y secantes, una prueba más del dominio de los árabes
de la trigonometría. El almanaque fue rebautizado como ‘Tablas Toledanas’ y fueron mejoradas en tiempos de Alfonso X el
Sabio (siglo XII), para pasar a convertirse en las ‘Tablas Alfonsíes’, las más empleadas en Europa hasta la aparición
de las de Kepler. Las Tablas Toledanas servían
para posicionar cuerpos celestes y predecir fenómenos tales como eclipses. Se
cree que incluso podrían predecir la aparición de cometas, cosa que de
demostrarse supondría que se adelantó a Edmund Halley en casi 700 años.
Tablas Alfonsíes
(para más información visitar el Libro de las tablas alfonsíes de la Biblioteca Digital Mundial)
Por si no fuera suficiente, además de las Tablas Toledanas (cuyo texto original en
árabe se ha perdido) y el Tratado sobre
la azafea, Azarquiel dedicó su tiempo a estudiar otros fenómenos
astronómicos, investigaciones que plasmó en forma de tratados, entre los que
tenemos:
Suma referente al
movimiento del Sol, obra perdida tanto en árabe como en latín, donde se pretende
definir la duración del año solar. Solo con pensar que el astrónomo andalusí
dedicó 25 años a estudiar los movimientos del Sol, unas 402 observaciones, nos
queda claro la dedicación y la pasión de este hombre. Así, Azarquiel midió valores
como la variación del apogeo solar, estimando que su valor era 12.04” (cuando
su valor es 11.8”).
Tratado de las láminas de los siete planetas, que indicaba que la órbita del planeta Mercurio no
era circular sino ovalada. Esto es un hecho trascendental, pues aunque los
griegos ya habían sugerido algo así, era la primera vez que un astrónomo
proponía que las órbitas planetarias no eran tan ‘perfectas’ como se suponía
hasta entonces, y aunque no fue tomado en cuenta, fue con los descubrimientos
de Kepler cuando se demostró que las teorías de Azarquiel eran ciertas.
Tratado relativo al movimiento de las estrellas fijas, obra que escribió en Córdoba donde estudiaba por qué
las estrellas fijas tenían un movimiento y donde se describen cómo podían
producirse los equinoccios.
Y
tampoco podemos olvidarnos uno de sus mayores artificios: la construcción de dos grandes relojes de agua
(clepsidras) a la orillas del río Tajo en Toledo. Estos relojes consistían de
dos contenedores que de modo gradual se llenaban mientras la luna crecía, y se
vaciaban según la luna menguaba. Según parece aún estaban en uso cuando Toledo
fue conquistado en 1085 por los castellano-leoneses, y uno de ellos aún funcionaba más de medio siglo
después. La descripción de estas clepsidras y
el destino de una de ellas nos ha llegado gracias a las palabras de al-Zuhrí y al-Maqqari:
«Lo que hay de maravilloso y sorprendente en Toledo,
tanto que no creemos que haya en todo el mundo habitado ciudad alguna que se le
iguale en esto, son dos recipientes de agua (al-billitan) que fabricó el
célebre astrónomo Abu-1-Qasim b. Abd al-Rahman conocido con el nombre de
Azarquiel (bi-l-Zarqal). Cuentan que este Azarquiel oyó hablar de cierto
aparato que hay en la ciudad de Arin, en la India (y del cual dice al Masudi
que señalaba las horas por medio de unas aspas o manos, desde que salía el Sol
hasta que se ponía), y se propuso construir un artificio parecido por medio del
cual supiera la gente qué hora del día o de la noche era y pudieran conocer la
edad de la Luna. Para ello construyó grandes estanques en una casa, en las afueras
de Toledo, a orillas del Tajo, cerca del sitio llamado Puerta de los
Curtidores, haciendo que se llenaran de agua ó se vaciaran según el crecimiento
y menguante de la Luna.
»Según nos han informado personas que vieron estas
clepsidras funcionaban así: en cuanto aparecía el novilunio, el agua empezaba a
afluir a los estanques por tuberías invisibles de tal modo que al anochecer del
día siguiente había la mitad de un séptimo justo de agua. De este modo iba
aumentando el agua en los estanques, así de día como de noche, hasta que al fin
de una semana los estanques estaban llenos hasta la mitad y la semana siguiente
se veían llenos del todo, hasta el punto de rebosar el agua. Luego, a partir de
la decimoquinta noche del mes, la Luna empezaba a decrecer y también menguaba
el agua del estanque a razón, también, de la mitad de un séptimo cada día, y en
el día vigésimonoveno del mes quedaban vacíos del todo los estanques.
»Si durante este ciclo de aumento y disminución del agua
alguien extraía parte de ella, aumentaba el flujo de las tuberías de
abastecimiento de tal modo que no se alteraba el ritmo del ciclo. Lo mismo
ocurría en el caso de que alguien aumentase el caudal de los estanques, pues lo
que sobraba salía inmediatamente. De tal modo que el aparato de Azarquiel
superaba en maravilla al de la ciudad de Arin porque en esta ciudad las noches
y los días son siempre iguales.
»Estas
clepsidras duraron hasta que el rey Alfonso (VII) quiso saber cómo y de dónde
llegaba el agua de los estaques y cómo se efectuaba el movimiento y mandó que
se desmontara una de ellas.
»El
despiece y la destrucción de la misma tuvo lugar el año 528 de la hégira (1134
d.C.) y el causante del daño fue el astrónomo judío Hamis b. Zabara... pues
solicitó al Rey que fuera él el encargado de desmontar la clepsidra a fin de
estudiar su artificio y poder mejorarlo, llenándose de día y vaciándose de
noche, prometiendo volver a instalarla; pero luego no supo y quedó uno de los
relojes inutilizado.»
Es tal la importancia de la figura de Azarquiel que
Copérnico, en
su famoso libro 'De Revolutionibus Orbium Clestium' expresa su agradecimiento a
Azarquiel y al-Battani, nombrando sus trabajos varias veces.
Incluso la NASA se acordó de Azarquiel y le dedicó uno
de los cráteres de la luna. Si pensamos que uno de los objetos
astronómicos más exhaustivamente estudiado por Azarquiel fue la Luna, que
estuvo más de 37 años realizando
observaciones continuadas de las posiciones y fases lunares, estoy seguro que
si este gran sabio andalusí pudiera vivir en nuestra época, muchas noches las
pasaría embelesado observando el cráter con su nombre. Un rincón del universo dedicado a uno de los mayores astrónomos.
En la imagen la hilera central de cráteres está formada por los de Ptolomeo (superior), Alphonsus, por Alfonso X el Sabio (cráter central) y el de Azarquiel (inferior). Fuente: wikipedia.
Referencias:
Las ciencias en al-Ándalus “El Califato” - Juan Vernet
El reino de Granada - Juan Vernet
Azarquiel, ¿toledano o cordobés? - Mariano Calvo
Cuando Toledo era Greenwich - Mariano Calvo
Azarquiel, el pionero olvidado - Jesús Salvador Giner
Clepsidras y horologios musulmanes - Antonio Fernández-Puertas
La Astronomía hispana en el medievo - Antonio Claret
Influencia islámica en la revolución copernicana - Abdelhadi Salado
2 comentarios:
Impresionante documento. Las clepsidras merecen un capítulo aparte. Gracias por compartirlo!
Para respetar las licencias deberías de poner de donde sacais las imagenes, al menos una pertenece a wikipedia commons porque la ha elaborado un compañero, y en la licencia pone claramente que se puede usar libremente pero citando la fuente y en este articulo no se ha citado, así que rogaría se cite la fuente, antes de proceder a la denuncia por violación de derechos sobre imagen
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