El planeta Tierra es un gigantesco ser vivo, dotado de voluntad, que se confecciona su propia geología, clima e incluso sus seres vivos.
Este es el fundamento de la hipótesis Gaia (Diosa de la Tierra en la antigua Grecia), expuesta por el químico atmosférico James Lovelock en 1979 y convertida en la teoría favorita de los ecologistas. ¿Cómo un pedazo de roca fundida perdida en la galaxia puede estar viva? Lovelock compara con una secuoya, un árbol gigante de madera muerta en un 99 por ciento, que sólo tiene una fina película de tejido vivo sobre la superfície. Alrededor de este científico se ha creado una sólida escuela de naturalistas, los gaianos.
Lovelock supuso que, si la Tierra era un sistema vivo, debería disponer de algún mecanismo semejante a la homeostasis que permite a los seres vivos el mantenimiento del equilibrio y la estabilidad internos cuando se producen cambios que podrían alterarlos. En el caso de la Tierra, la homeorresis (término más adecuado para aplicar al planeta que el de homeostasis) actuaría más bien manteniendo los “desequilibrios”. En realidad, la distribución de compuestos químicos en el planeta azul no es la que sería de esperar en una situación de equilibrio fisicoquímico. Podemos decir que la inestable atmósfera terrestre es casi una aberración, ya que se compone de gases muy reactivos que teóricamente deberían combinarse entre sí para formar compuestos más estables. Lovelock afirma que la Tierra tiene una atmósfera diferente, en desequilibrio, debido a la presencia de vida.
Desde que Lovelock propuso su hipótesis ha seguido trabajando en busca de pruebas que la sustentaran. La bióloga estadounidense Lynn Margulis colaboró con Lovelock desde el principio, aportando a la hipótesis pruebas biológicas. El matemático Andrew J. Watson también colaboró con Lovelock desde el principio en el diseño de algunos modelos matemáticos que explican la existencia de relaciones homeorréticas. Después de casi treinta años de investigación, puede ya hablarse de Gaia como una teoría más que una hipótesis.
En los últimos años la hiótesis de Gaia se ha hecho respetable y se ha visto reforzada por otras tres reuniones celebradas en un college de Oxford, por la fundación de una sociedad científica (The Gaia Society) que se presentó públicamente en la Royal Society en 1998, por la admisión del propio Lovelock como miembro (fellow) de dicha sociedad, y por varios doctorados honorarios y premios internacionales concedidos también a Lovelock.
Podemos considerar que la especie humana es el resultado de una serie de acontecimientos casuales que se han producido a lo largo de la evolución. Y que, dado que la aniquilación de nuestra especie no haría desaparecer la vida en la Tierra, es conveniente que cuidemos del planeta si queremos seguir formando parte de su biosfera.
Este es el fundamento de la hipótesis Gaia (Diosa de la Tierra en la antigua Grecia), expuesta por el químico atmosférico James Lovelock en 1979 y convertida en la teoría favorita de los ecologistas. ¿Cómo un pedazo de roca fundida perdida en la galaxia puede estar viva? Lovelock compara con una secuoya, un árbol gigante de madera muerta en un 99 por ciento, que sólo tiene una fina película de tejido vivo sobre la superfície. Alrededor de este científico se ha creado una sólida escuela de naturalistas, los gaianos.
Lovelock supuso que, si la Tierra era un sistema vivo, debería disponer de algún mecanismo semejante a la homeostasis que permite a los seres vivos el mantenimiento del equilibrio y la estabilidad internos cuando se producen cambios que podrían alterarlos. En el caso de la Tierra, la homeorresis (término más adecuado para aplicar al planeta que el de homeostasis) actuaría más bien manteniendo los “desequilibrios”. En realidad, la distribución de compuestos químicos en el planeta azul no es la que sería de esperar en una situación de equilibrio fisicoquímico. Podemos decir que la inestable atmósfera terrestre es casi una aberración, ya que se compone de gases muy reactivos que teóricamente deberían combinarse entre sí para formar compuestos más estables. Lovelock afirma que la Tierra tiene una atmósfera diferente, en desequilibrio, debido a la presencia de vida.
Desde que Lovelock propuso su hipótesis ha seguido trabajando en busca de pruebas que la sustentaran. La bióloga estadounidense Lynn Margulis colaboró con Lovelock desde el principio, aportando a la hipótesis pruebas biológicas. El matemático Andrew J. Watson también colaboró con Lovelock desde el principio en el diseño de algunos modelos matemáticos que explican la existencia de relaciones homeorréticas. Después de casi treinta años de investigación, puede ya hablarse de Gaia como una teoría más que una hipótesis.
En los últimos años la hiótesis de Gaia se ha hecho respetable y se ha visto reforzada por otras tres reuniones celebradas en un college de Oxford, por la fundación de una sociedad científica (The Gaia Society) que se presentó públicamente en la Royal Society en 1998, por la admisión del propio Lovelock como miembro (fellow) de dicha sociedad, y por varios doctorados honorarios y premios internacionales concedidos también a Lovelock.
Podemos considerar que la especie humana es el resultado de una serie de acontecimientos casuales que se han producido a lo largo de la evolución. Y que, dado que la aniquilación de nuestra especie no haría desaparecer la vida en la Tierra, es conveniente que cuidemos del planeta si queremos seguir formando parte de su biosfera.
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