martes, 27 de febrero de 2007

¿Son perdurables los documentos digitales?

La información y el conocimiento se obtienen de la experiencia, y para que queda constancia de la misma, se recogen en un soporte, con lo que pasan a ser documentos. Los documentos pueden tener diferentes soportes. La historia ha demostrado la perdurabilidad en el tiempo de la información almacenada en piedra, papiros, pergaminos, rollos, etc.

En Egipto podemos encontrar por ejemplo el Papiro Rhind, que se considera el texto matemático más antiguo de la historia, de unos 4000 años de antigüedad (otras fuentes admiten como el más antiguo el Papiro de Moscú). La primera evidencia de escritura se encuentran en unos restos de cerámica que datan del 3.500 a.c. localizados en Harappa, Pakistán.

El éxito de la posibilidad de que esta información sea válida y útil, radica no solamente en la eficaz, permanencia de los materiales en la que fue codificada, sino en que la humanidad ha tenido la capacidad de poder interpretarla miles de años después, sin acudir a tecnología, sino mas bien a su conocimiento de las lenguas antiguas.

En la actualidad la sustitución del papel por el soporte digital ha creado una profunda revolución en el mundo del registro de documentos. Pero los archivos digitales pueden perderse, si no se actúa de inmediato, como afirma Jeff Rothenberg.

El progreso de la técnica está revolucionando nuestra concepción sobre el archivo de documentos. Y lo hace de una forma tan arrolladora como fue la introducción de la imprenta, por no decir la propia escritura. Sin embargo, los documentos digitales son más volátiles que el papel, quedando en peligro toda la información que actualmente manejamos. Los medios materiales en los que se almacena la información digital distan mucho de ser eternos. Los campos magnéticos, parásitos, etc, afectan a un CD. Los contenidos de estos medios se esfuman mucho antes que las palabras escritas en un buen papel. Es probable que resulten inutilizables mucho antes que sustituirlos por nuevos formatos. ¿Recordáis los discos flexibles de ocho pulgadas?

Pero el problema en un futuro no sólo puede estar en que sean inservibles estos medios, sino en poder interpretarlos correctamente. La interpretación de una corriente de bits es imposible sin información contextual. Una secuencia de bits puede admitir gran cantidad de interpretaciones, y por tanto, exige conocer el formato utilizado en que ha sido creada.

Por fortuna, los ingenieros de programación pueden preparar programas especiales, llamados emuladores, que remedan el comportamiento de los equipos físicos. Suponiendo que los ordenadores alcancen mucha potencia, deberían ser capaces de emular sistemas anticuados. Deberemos guardar las especificaciones de los equipos a emular en un formato digital independiente de cualquier soporte lógico concreto. Y aún así no estamos exentos de riesgo.

Imaginad la siguiente situación:

Año 2054. Mis nietos (que no han nacido) están en el desván de mi casa (que no he comprado). Descubren una carta de 2007 y un CD-ROM. La carta dice que el CD tiene un documento en el que se da la clave para heredar mi fortuna (que no he ganado). Mis nietos sienten curiosidad, pero nunca han visto un disco compacto, salvo en viejas películas. Aun cuando localizaran un lector de disco adecuado, ¿cómo lograrían hacer funcionar los programas necesarios (como Microsoft Word) para interpretar el contenido?

Si no fuera por la carta, mis nietos no sabrían que deben abrir el CD-ROM. La carta es legible, si máquinas ni conocimientos a parte del propio idioma. Dado el carácter mudable de programas y circuitería, dentro de 50 años la única información legible será la carta.

¿En qué situación quedan mis nietos?
Les deseo suerte.


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