Durante los 70 y los 80 Isaac Asimov colaboró como asesor científico de la serie de ciencia ficción Star Trek. Hay muchas anécdotas sobre la relación ente Asimov y Gene Roddenberry, el creador de la serie. En sus memorias Isaac Asimov nos cuenta algunas de ellas:
He actuado de “asesor” en varios ocasiones. Gene Roddenberry,
famoso por Star Trek, me pidió algunos consejos en relación
con la primera película de Star Trek y lo hice con mucho
gusto porque es amigo mío. No le pedí dinero, pero me envió un
cheque y me dijo que aparecería en los títulos de créditos. Nunca
había aparecido mi nombre en una película, así que fui a verla. Al
final, todo el mundo empezó a salir, mientras una interminable lista
pasaba por la pantalla. Janet y yo esperamos tozudamente mientras el
cine se vaciaba y por fin, lo último que se leía era: “Asesor
científico: Isaac Asimov.” Naturalmente aplaudí ruidosamente, y
pude oír una voz que con toda claridad, desde el pasillo, decía:
“Es Asimov que aplaude a su propio nombre". Acababa de nacer otra anécdota sobre mi vanidad.
Isaac Asimov y Gene Roddenberry
En el punto 118 de sus memorias Asimov dedica un capítulo entero a hablar de las convenciones de Star Trek:
Puesto que ya he
mencionado Star Trek en el capítulo anterior, explicaré
algunas cosas sobre esta serie. Concebida y producida por Gene
Roddenberry, se emitió por primera vez en 1966 y constituyó un gran
éxito entre los aficionados a la ciencia ficción. Fue la primera
obra de este género que apareció en televisión.
Al final del primer
año, los mandamases decidieron cancelar la serie. La decisión fue
recibida con una protesta instantánea y masiva de los aficionados
que cogió a esos señores por sorpresa. Los pobres imbéciles no
sabían lo claros y apasionados que llegan a ser los aficionados a la
ciencia ficción. Se revocó la decisión y Star Trek siguió
dos años más antes de dejar de emitirse.
Grabación de la serie original de Star Trek
Sin embargo, nunca
murió. Se sigue reponiendo. Luego, se hicieron cinco largometrajes
con el antiguo reparto durante los ochenta (aunque los protagonistas
ya habían envejecido bastante) y en 1988 empezó una nueva serie de
televisión con un nuevo reparto, Star Trek: The Next Generation
(Star Trek: la nueva generación.)
Janet es una gran
entusiasta de Star Trek. De vez en cuando escribo un artículo
corto sobre algún tema de televisión para TV Guide y allá
por 1966 me pidieron un comentario sobre esta serie y algunos de los
otros programas (muy inferiores) de ciencia ficción que también se
emitían en esa época. Decidí ser divertido y mencioné unos pocos
errores científicos de los programas sin perdonar del todo a Star
Trek. De inmediato recibí una carta furiosa de Janet y no me
quedó más remedio que escribir un nuevo artículo que alababa las
virtudes de Star Trek. Dicho sea de paso, esto inició mi
amistad con Gene Roddenberry.
Grabación de Star Trek: La nueva generación
Janet formó parte de
la protesta contra el fin de la serie después de su primer año.
Desde entonces, ha visto todas las reposiciones una y otra vez hasta
que -bromeo- sus labios se mueven mientras repite el diálogo con los
protagonistas.
No se perdió ni una
reposición hasta que se compró todos los vídeos para poder verlas
sin los anuncios. Por supuesto, conoce todos los largometrajes y
sigue las nuevas series con entusiasmo. No puedo interrumpirla. Sin
embargo, no me deja llamarla trekkie. No sé por qué me lo
impide.
Leonard Nimoy pasando por maquillaje para convertirse en Mister Spock
Otros, muchos otros,
eran tan entusiastas como Janet y uno de ellos era una joven dama
llamada Elyse Pines, que tuvo la idea de organizar una convención de
Star Trek en la que los entusiastas de la serie se reunirían
para hablar de ella, se venderían recuerdos de Star Trek y a
la que, a lo mejor, se invitaría a algunos de los actores. También
quería mi promesa de que asistiría. Puesto que se iba a celebrar en
Manhattan, acepté.
Cuando Elyse concibió
la convención, en 1972, todavía no se había comprobado la
popularidad de la serie a largo plazo y no esperaba a más de
cuatrocientas personas. Fueron dos mil quinientas. Por supuesto,
Elyse (y también otros) tuvo que organizar otras convenciones a lo
largo de los años setenta. Asistí prácticamente a todas las que se
celebraron en Manhattan, y en tales ocasiones siempre di una charla.
Estuve presente en una que tuvo un éxito clamoroso. Había tanta
gente en el hotel para asistir a la convención que se
“cristalizaron”. Los salones y las escaleras estaban tan llenos
que nadie (literalmente) podía moverse. Por fortuna, me di cuenta de
ello antes de que la cristalización fuera completa y me las arreglé
como pude para salir a la calle.
Isaac Asimov firmando autógrafos en lo que parece una convención de Star Trek
Siempre me agrada hablar y firmar libros (dentro de un límite razonable), es halagador y contribuye a las relaciones públicas. Sin embargo, era consciente de que el foco de atención era la gente de Star Trek y yo era un extraño. La mayoría de los asistentes podían muy bien no saber siquiera quién era yo. El desencanto fue completo cuando, en cierta ocasión, el propio William Shatner (el Capitán Kirk de la magnífica nave Enterprise) mantuvo embelesada a una enorme audiencia con una charla constituida sobre todo por una sesión de preguntas y respuestas, pero finalmente terminó y se tenía que marchar.
Esto creaba un gran
problema: cómo salir del hotel sin ser avasallado por la multitud y,
probablemente, ahogado por sus admiradores. Había un grupo de
guardias destinados a protegerlo y a abrirle camino, pero si la
multitud se abalanzaba, sería arrolladora.
Así que los
organizadores de la reunión (no Elyse, que había dejado el campo a
otros) me pidieron que retuviera a la multitud mientras Shatner
salía. Yo no sabía lo que iba a suceder, pero me puse de pie y
empecé a hablar. Todo iba muy bien hasta que llegó la noticia de
que Shatner había alcanzado su coche y se había largado; en ese
momento, me echaron del estrado a mitad de una frase.
Me adula que piensen
que soy el único capaz de mantener a una audiencia pegada a sus
asientos, pero no aprecio que me utilicen de manera tan descarada.
Podrían haberme dejado terminar mi charla. Después de esto, sigo el
ejemplo de Shatner. Cuando tengo ganas de ir a una convención local,
llego justo antes de empezar una charla y desaparezco justo después
de finalizarla.
Por supuesto, nunca he estado en peligro de que me asalten los admiradores.
Por supuesto, nunca he estado en peligro de que me asalten los admiradores.
Imagen de la convención de 2011en las Vegas
Fuente: Memorias, Isaac Asimov
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