En el campo de la divulgación científica suele hacerse mención a una pequeña anécdota que describe de una forma incluso circense hasta qué punto el científico tiene que armarse de artimañas para atraer la atención de un público en muchas ocasiones apático. Sea auténtica o no, la historia es deliciosa y no me resisto a traerla aquí. Su protagonista es el astrónomo francés Joseph-Jérôme de Lalande.
Echando un vistazo rápido a su biografía vemos que Joseph Jerôme Lefrançois de Lalande (1732-1807) llegó a ser Director del Observatorio Astronómico de París en 1795. En 1801 elaboró un impresionante catálogo que contenía alrededor de 48.000 estrellas. Junto a este catálogo, otra de sus grandes aportaciones fue la obtención de un valor casi exacto para la distancia Tierra-Luna, colaborando con su colega Nicolas de Lacaille en la obtención de dicho dato. También calculó con precisión la órbita de cometa Halley, además de ser autor de numerosos trabajos sobre astronomía. Pero también cuentan las biografías que era un tipo que le gustaba llamar la atención. Él mismo se vanagloriaba de su fealdad (decía ser tan feo como Sócrates) y se consideraba el astrónomo más famoso del universo. Ese carácter orgulloso unido a que además de masón era ateo, le distanció de sus compañeros y del público en general.
Lalande, el feo
Por supuesto, alguien que necesita ser el centro de atención no puede permitir que lo ignoren. Así que para conseguir que los habitantes de París se interesasen por la astronomía, se cuenta que Lalande se situaba por las noches en algún puente de la ciudad, colocaba su telescopio enfocando alguna de las maravillas del sistema solar, y comenzaba su lección. Pero si los viandantes no mostraban interés por lo que contaba, entonces Lalande cogía de su bolsillo una cajita de rapé, la abría, y de su interior sacaba una araña y se la comía viva. Cuando conseguía tener un público pendiente de él, volvía otra vez al telescopio y continuaba la lección de astronomía.
Es cierto que la anécdota bien puede ser incorrecta, pues otras versiones dicen que el motivo que le llevaba a comer arañas vivas era demostrar que la aracnofobia era algo irracional. Pero no me dirán que sea cual fuere la causa de su afición por degustar arañas, Lalande representa la necesidad que tiene el divulgador de usar estrategias para captar la atención del público.
Fuentes:
De cómo las arañas ayudaron a la divulgación de la astronomía - FCAGLP
El feo y orgulloso astrónomo Jerome de Lalande - RTVE
Joseph-Jerôme de Lalande - ThomasPynchon
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