
En la sociedad  contemporánea occidental, es fácil comprar una revista de astrología, en un  quiosco de periódicos por ejemplo; es mucho más difícil encontrar una de  astronomía. Casi todos los periódicos norteamericanos publican una columna  diaria sobre astrología, pero apenas hay alguno que publique un artículo sobre  astronomía ni una vez a la semana. En los Estados Unidos hay diez veces más  astrólogos que astrónomos. En las fiestas, a veces cuando me encuentro con  personas que no saben que soy un científico, me preguntan: “¿Eres Géminis?”  (posibilidad de acertar: una entre doce). O: “De qué signo eres?” Con mucha  menos frecuencia me preguntan: “¿Estabas enterado de que el oro se crea en las  explosiones de supernovas?” O: “¿Cuándo crees que el Congreso aprobará el  vehículo de exploración de Marte?”
 
 La astrología mantiene que  la constelación en la cual se hallan los planetas al nacer una persona influye  profundamente en el futuro de ella. Hace unos miles de años se desarrolló la  idea de que los movimientos de los planetas determinaban el destino de los  reyes, de las dinastías y de los imperios. Los astrólogos estudiaban los  movimientos de los planetas y se preguntaban qué había ocurrido la última vez en  que, por ejemplo, Venus amanecía en la constelación de Aries; quizás ahora  volvería a suceder algo semejante. Era una empresa delicada y arriesgada. Los  astrólogos llegaron a ser empleados exclusivamente por el Estado. En China los  astrólogos de la corte que realizaban predicciones inexactas eran ejecutados.  Otros apañaban simplemente los datos para que estuvieran siempre en perfecta  conformidad con los acontecimientos. La astrología se desarrolló como una  extraña combinación de observaciones, de matemáticas y de datos cuidadosamente  registrados, acompañados de pensamientos confusos y de mentiras  piadosas.
 
 Pero si los planetas podían  determinar el destino de las naciones, ¿cómo podrían dejar de influir en lo que  me pasará a mí mañana? La noción de una astrología personal se desarrolló en el  Egipto alejandrino y se difundió por los mundos griego y romano hace  aproximadamente 2.000 años. Hoy en día podemos reconocer la antigüedad de la  astrología en palabras como desastre, que en griego significa “mala  estrella”, influenza, gripe en inglés, que proviene del italiano y  presupone una influencia astral; mazeltov, en hebreo –proveniente a su  vez del babilonio- que significa “constelación favorable”, o la palabra yiddish  shlamazel, referida a alguien a quien atormenta un destino implacable, y  que también se encuentra en el léxico astrológico babilonio. Según Plinio, a  algunos romanos se les consideraba sideratio, “afectados por los  planetas”. Se convirtió en opinión que los planetas eran causa directa de la  muerte. O consideremos el verbo considerar que significa “estar con los  planetas” lo cual era evidentemente un requisito previo para la reflexión seria. En las estadísticas de mortalidad de la ciudad de  Londres en 1632. podemos ver que entre terribles pérdidas provocadas por enfermedades posnatales  infantiles y por enfermedades exóticas como “la rebelión de las luces” y el “mal  del rey” nos encontramos con que, de 9.535 muertes, 13 personas sucumbían por el  “planeta”, mayor número que las que morían por cáncer. Me pregunto cuáles eran  los síntomas.
 
 Y la astrología personal  está todavía entre nosotros: examinemos dos columnas de astrología publicadas en  diferentes periódicos, en la misma ciudad y el mismo día. Por ejemplo podemos  analizar el New York Post y el Daily News de Nueva York del 21 de  septiembre de 1979. Supongamos que uno es Libra, es decir nacido entre el 23 de  septiembre y el 22 de octubre. Según el astrólogo del Post, “un  compromiso le ayudará a aliviar la tensión”; útil, quizás, pero algo vago. Según  el astrólogo del Daily News, debes “exigirte más a ti mismo”,  recomendación que también es vaga y al mismo tiempo diferente. Estas  “predicciones” no son tales predicciones, son más bien consejos: dicen qué  hacer, no que pasará. Recurren deliberadamente a términos tan generales que  pueden aplicarse a cualquier persona.Y presentan importantes inconsecuencias  comunes.¿Por qué se publican sin más explicaciones, como si fueran resultados  deportivos o cotizaciones de bolsa?
 
 La astrología puede ponerse  a prueba aplicándola a la vida de los mellizos. Hay muchos casos en que uno de  los mellizos muere en la infancia, en un accidente de coche, por ejemplo, o  alcanzado por un rayo, mientras que el otro vive una próspera vejez. Cada uno  nació exactamente en el mismo lugar y con minutos de diferencia el uno del otro.  Los mismos planetas exactamente estaban saliendo en el momento de su nacimiento.  ¿Cómo podrían dos mellizos tener destinos tan profundamente distintos? Además  los astrólogos no pueden ni ponerse de acuerdo entre ellos sobre el significado  de un horóscopo dado. Si se llevan a cabo pruebas cuidadosas, son incapaces de  predecir el carácter y el futuro de personas de las que no conocen más que el  lugar y la fecha de nacimiento.
 (...) Perseguimos una conexión con el  Cosmos. Queremos incluirnos en la gran escala de las cosas. Y resulta que  estamos realmente conectados: no en el aspecto personal, del modo poco  imaginativo y a escala reducida que pretenden los astrólogos, sino con lazos más  profundos que implican el origen de la materia, la habitabilidad de la Tierra,  la evolución y el destino de la especie humana.
Carl Sagan, Cosmos,  1982.